
Me he venido preguntando como puedo contarles a otros mi experiencia con el Espíritu Santo, así que, un día cocinando me asusté porque vi que el gas estaba bajo y dije: ¡Se me acaba el gas! y fue así que recordé que muchas veces yo misma me dije: “No sé cuando se me apagó el espíritu, cuando me desconecté tanto que no sabía como volver.”
Y no fue hasta que en el tiempo de pandemia por primera vez supe, lo sentí, que mi espíritu se estaba apagando y dije: “¡No!, eso no lo voy a permitir y volví buscar conectarme.”
Dios me mostró que el Espíritu Santo es como ese color del gas, que inicia de azul neón imponente y se va haciendo un azul más opaco hasta desaparecer… Y lamentablemente muchos no le prestamos atención, nos damos cuenta ya cuando deja de salir el color y sabes que tienes que pedir otro gas…
Es un detalle tan insignificante 👈 que no lo vemos ni estamos atentos pero que es muy indispensable para el hogar, como por ejemplo, para cocinar o para el calefón o para la secadora de ropa. En otros términos más actuales, te aseguro que estás más pendiente de la carga de tu celular, una vez que ves que está al 10% corres a cargarlo. No importa, este se vuelve de la misma necesidad que el gas.
Dios me permitió experimentarlo. Es algo que aprendí en medio de la dificultad, cuando solemos estar tristes, deprimidos, dolidos o ansiosos, nos olvidamos que tenemos al Espíritu Santo que nos acompaña en nuestro proceso y nos enseña a conectarnos con Papá para superar toda prueba… Sí, yo también me he levantado de caídas muy duras donde he tenido que aprender a sentirme confiada y firme en Su Amor…
Entonces me di cuenta que pocos vemos al Espíritu Santo como tal, como ese fuego interno que es de ese azul neón imponente, simplemente lo tenemos ahí guardado en llama baja calentando nuestras necesidades mientras ese fuego quiere arder y calentar y cubrir más allá de las necesidades personales que tengamos.
¿Cómo entendí al Espíritu Santo en mi espíritu? – Juan 16:7
Recordando que Jesús nos dijo: “Me es necesario irme para que envíe el Consolador” entonces cada mañana me levanté agradeciendo, pensando en mis anhelos que aún no se cumplen, en mis metas que aún no alcanzó y en las decisiones correctas que debo tomar para no equivocarme de nuevo, comprendí que Él me da Su Espíritu para ayudarme a cumplir los objetivos del día.
¿Qué te hace arder? Deja que el Espíritu Santo te llene de una sobrecarga de amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio, ¡eso es el Espíritu de Dios! la energía vital de nuestro espíritu.
No lo tengas en llama baja, súbela y deléitate en ver ese fuego imponente de Dios en ti.
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