Aprendiendo de cada cosa

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Somos tierra buena

Con mi esposo aprendí que vivir en el pasado esperando responder las preguntas ¿Y si,…?¿Y, si no…? no tienen valor en el presente peor aun en el futuro.

Una de las preguntas que él siempre me hace cuando estoy indecisa es la siguiente: ¿Esto te edifica? y esa es una muy buena pregunta 🧐 aprendí hacerme esa pregunta siempre que mi mente quiere pensar de más o verle la quinta pata al gato.

Y esto me llevó a recordar en los tiempos de cuarentena cuando con mi esposo y yo decidimos tener un huerto en casa. Sin conocimiento, ni materiales, ni nada. Así que la pregunta surgió ¿Esto te edifica?; y pese a que no edificaba y parecía que sería un proyecto fallido, ¡lo iniciamos!

Adquirir las cosas fue sencillo, mantenerlo fue trabajoso, tuvimos que ser pacientes para ver hojas, tallos, flores y frutos; pues sí, todo eso hicimos. Y nos fue mejor de lo que esperaba 😍

Nos trajo paz, cada vez que hacíamos jardinería eran tiempos de relajación y de poder disfrutar cara a cara la creación de Papá.

Un día mi esposo me dijo: “No cosechemos este fruto, volvamos a sembrarlo y que de semillas, así no las compramos y mejor cosechamos nuestras propias semillas.”

Y pese a que mi mente me dijo: ¿será? y que quizás puede ser un proyecto fallido, otra vez, nos pusimos en marcha.

Después de varios meses que habíamos iniciado todo esto, cada vez que hacíamos jardinería aprendíamos algo nuevo, investigábamos, cuidábamos, les dábamos sombra y luz, agua, etc. Una experiencia única y también una gran incertidumbre de ver que realmente pasaría.

Y eso pasó. Lo más maravilloso fue ver como cada semilla producía diversas plantas de colores, tamaños, estilos, etc. pero hubo una que nos voló la cabeza y verlo nos ha maravillado hasta la actualidad y fue el fruto que no se cosechó.

El fruto que no se cosechó, fue el que se quedó bajo tierra para que de semilla pero su proceso fue mágico. Al principio era hojas caídas verdes que teníamos que sostener con piolas, luego se formó un tallo grueso y empezó a crecer alto y ya llegando a su tope salieron unas flores blancas con tonos en rojo suaves a su alrededor y tiempo después aparecieron unas vainitas que contenían las semillas.

🤭 Y me dirás, Juanita no entiendo esta historia tuya de un huerto, edifica, no edifica, que mismo… Y créeme era necesario que te cuente esto para poder decirte lo siguiente:

Esto me hizo entender que una semilla regada en tierra buena, crecerá y no se secará y por ende dará fruto… Y ahí amigo/a la parte interesante ¡Ese fruto también dará su semilla! que siempre que esté en tierra buena crecerá y dará mucho más fruto. Marcos 4:1-9 | Mateo 13:1-9 | Lucas 8:4-8

Esto puede sonarte a un ciclo sin fin pero el que quiere un Huerto Grande hará de cada estación una nueva cosecha y no dejará de sembrar en tierra buena. Y esto no se trata solo de lo que siembres en otros, también es de lo que siembra Papá en ti.

Recuerda que tú eres ejemplo, tú eres esa tierra buena en la que Papá está sembrando nuevos proyectos, sueños, fuerzas, esperanza, procesos y más. Siempre debemos vernos como esa tierra que está siempre siendo regada y cuidada por Él. Así aprendemos también a cuidar nuestra tierra con lo que sembramos para poder cosechar lo de Dios en nosotros y ayudar a otros a hacer lo mismo.

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